Carlos Aznárez, desde Chile,
Resumen Latinoamericano,
26 diciembre 2019.-
Nadie hubiera vaticinado antes de aquella irrupción juvenil colándose en el Metro chileno, que este fin de año iba a mostrar el mapa de conflictividad que estamos viendo. Un escenario que demuestra que después de la retirada pactada de la dictadura pinochetista del gobierno y la irrupción de una pseudo democracia concertada el imperio, más la actual derecha piñerista) el sistema huele a podredumbre. Eso precisamente es lo que gritan los cabros y cabras (jóvenes de 13 a 25 años) cuando participan diariamente en las barricadas llameantes y enfrentando la criminal represión de los pacos, ese cuerpo policial militarizado que actúa como una máquina de hacer el mayor daño posible.
Esa juventud corajuda, porque hay que tener adrenalina y mucha conciencia política para salir a las calles desarmados a enfrentar la maquinaria del odio impulsada por el presidente Piñera, es la que ha puesto en marcha la restauración de la dignidad chilena, la que hizo despertar al conjunto de la sociedad y la que de paso, recordó que la solidaridad, el compañerismo y la ternura son un bien que no se ha extinguido.
Esta Navidad ha sido pródiga en acciones que demuestran que “no hay nada que festejar salvo la lucha”, como rezaba un cartel que vimos en una de las calles de Santiago. Mientras un grupo de chicas con atuendo rojo y capuchas del mismo color se colaban en uno de los grandes shopings capitalinos, para cantar villancicos feministas y anti-gobierno, otro batallón de cabros descolgaban en supermercados céntricos pancartas exhortando a respaldar el levantamiento popular.
El plato fuerte fue en la emblemática Plaza de la Dignidad, en la tarde-noche del 24 cuando familias enteras, y militantes de organizaciones sociales y populares llegaron con platos de comida y algo de bebida para hacer una vigilia improvisada precisamente en el escenario de tantas batallas contra la represión desde que empezó esta gran movida. Sin embargo, la sádica actitud de los pacos, no pudo tolerar semejante desafío pacífico y volvió a hacer de las suyas, reprimiendo a todo aquel o aquella que identificaba como un “enemigo”. Sin embargo, fueron muchos que les hicieron frente, caceroleando o maldiciéndoles por ser “miserables represores”. Horas antes, otro grupo de uniformados había llevado detenido a un adolescente que participaba en un parque de un cumpleaños infantil, solo porque les parecían sospechosos ese grupo de vecinos allí reunidos. Y como aquí no se rinde nadie, fueron las madres de los niños los que les repudiaron su actitud autoritaria y brutal.
Todas estas muestras de dignidad se despliegan por todo el país, y a la misma hora, muchos caceroleaban y marchaban en el extremo norte del país, en Iquique, otros grupos de jóvenes combatían cuerpo a cuerpo con los carabineros en Antofagasta y Villa Portales, y todos/todas/todes se preparan para la gran concentración y vigilia del 31 de diciembre en la Plaza de la Dignidad. Ese día de fin de un año que empezó difícil y termina en un mar de rebeldías y nuevas insurgencia, será no solo para brindar entre hermanos y hermanas, sino también para homenajear a esa potente “primera línea” que integrada por los más jóvenes, armados de improvisados escudos, que defienden al resto de los movilizados de las cargas feroces de los represores. Para que el agradecimiento sea comunitario, cada organización y también muchos autoconvocados llevarán insumos para hacer una mesa masiva y solidaria. ¿Habrá represión? Nunca se sabe, pero eso no paraliza a nadie, porque esta lucha no es una más, sino la que busca mostrar al mundo que entre la Cordillera de los Andes y el Pacífico hay un pueblo que no cree más en los políticos burgueses, y en sus partidos acartonados (incluidos los de una izquierda socialdemócrata que no se arrima a las calles y menos a las protestas contra el sistema, porque desde hace mucho optaron por mantenerlo.
Así termina este 2019 en este país al que Salvador Allende y Miguel Enríquez brindaron su vida, así se piensa en que va a seguir el 2020, y más allá se bajará un poco la continuidad de la bronca en la calle, porque el verano es el verano, ya se están preparando protestas en el famoso Festival de Viña del Mar y otros similares. Todo, para calentar el ambiente de cara a marzo, donde si todo sigue así y se cumplen las predicciones, podría producirse una gran sublevación nacional. ¿Y Piñera? Mal, gracias. Su popularidad está por el piso, y no cae porque Trump aún no lo ha dispuesto, pero ya eso no es lo más significativo, porque estas multitudes peleonas saben que el gran desafía que se avecina para el movimiento insurgente es construir, desde la calle y combatiendo, otra sociedad diferente. No será de inmediato, pero ya se plantó la semilla para que esto que hoy vemos y nos asombra (y que no es distinto a lo de Ecuador, Colombia o París) es un punto de inflexión y no retorno. Como nos dijo un cabro de 17 años en la calle santiaguina: “Hay olor a Revolución en el aire, y es más fuerte que el ácido de los gases de los pacos”.
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