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| Yusuf Fernandez |
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La intervención rusa ha dado lugar a un incremento de las tensiones entre Rusia y Turquía, en especial después de la entrada en el espacio aéreo turco de dos aviones rusos que participaban en acciones antiterroristas en Siria. Turquía es uno de los principales patrocinadores de los grupos terroristas en su vecino árabe. Desde el primer día de bombardeos aéreos rusos, varios oficiales turcos ilegalmente desplegados en territorio sirio resultaron muertos durante las acciones de la aviación rusa, algo que Ankara ha preferido ocultar por razones obvias. La realidad es que Rusia está combatiendo ahora contra el ejército turco, que sigue dirigiendo a los grupos terroristas que operan en Siria y proporciona refugio y ayuda a los militantes que huyen de los bombardeos rusos. A pesar de su enorme apoyo al terrorismo en estos cuatro años, Turquía no ha podido tampoco derribar al Estado sirio ni a su presidente, Bashar al Assad. Y su tercer fracaso ha sido su intento frustrado de debilitar a las milicias kurdas sirias, que operan, sobre todo, en el noreste del país. Lejos de lograr esto, Erdogan hace frente ahora a un conflicto con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que él mismo provocó, por intereses electorales, al poner fin a la tregua de dos años que Ankara y este grupo habían acordado. El gobierno turco ha visto además con preocupación e irritación el hecho de que los kurdos de Siria hayan mostrado su apoyo a la intervención rusa y se muestren más dispuestos ahora a cooperar con el Ejército sirio. Dado que una segunda repetición de las elecciones es prácticamente imposible desde el punto de vista político, un resultado previsible sería que el AKP se vería obligado a formar una coalición con los “aliados turcos de Bashar al Assad”, como el Partido Popular Republicano (CHP) y otros. Esto forzaría al gobierno turco a adoptar otra política distinta hacia el conflicto en Siria. Pese a las afirmaciones de Erdogan de que Rusia se arriesga a “perder la amistad” de Turquía por su intervención en Siria, la verdad es que el presidente turco no puede hacer frente a Rusia por razones de tipo militar, estratégico y económico. En este último campo, Turquía atraviesa en la actualidad serios problemas por lo que no podría soportar una ruptura con Rusia o Irán, otro aliado de Siria, debido al tema sirio. Además, Turquía es altamente dependiente de Rusia en el terreno energético. Ankara recibe el 54% de sus necesidades de gas de Rusia (a lo que hay que sumar las importaciones de gas de Irán) y ha firmado un contrato con Moscú para construir una central nuclear. Turquía recibe también a millones de turistas rusos cada año. De este modo, sería Turquía, mucho más que Rusia, la que sufriría un daño si estas relaciones económicas se vieran perjudicadas. En lo que se refiere al punto de vista estratégico la intervención rusa significa que Turquía está ahora prácticamente rodeada por aliados de Siria, en especial desde la adhesión de Crimea a Rusia. Al norte de Turquía está Rusia y el Mar Negro, dominado por la Flota rusa. Al sur está Siria, donde Rusia tiene ahora una importante presencia militar. Al oeste está el Mar Mediterráneo, también con una Flota rusa desplegada allí, y al este está Irán. A esto hay que añadir la creciente desconfianza de sus socios europeos hacia un gobierno al que se ve como cada vez más inclinado a apoyar el extremismo y el terrorismo en Oriente Medio. Esto explica la reticencia de los aliados occidentales de Turquía a implicarse en los acontecimientos que tienen lugar en la frontera turca con Siria. Hace pocas semanas, EEUU y Alemania retiraron sus misiles Patriot de Turquía. Estos sistemas antimisiles habían sido desplegados en la frontera turco-siria en momentos en que la OTAN pretendía impedir que el Ejército sirio recuperara el control del norte de Siria. La OTAN ignoró los reclamos de Ankara para que mantuviera los Patriot en su territorio y siguió adelante con la retirada de los mismos. |
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Al menos 95 muertos por ataque durante marcha por la paz en Turquía
Ocurrió a tres semanas de las elecciones legislativas anticipadas.
Una marcha convocada por
grupos de izquierdas y gremios profesionales a favor de la paz en
Turquía terminó en Ankara en el peor atentado terroristas de la historia
moderna del país eurasiático, con al menos 95 muertos y 246 heridos.
En medio de cánticos, bailes y bromas en una soleada mañana de sábado dos potentes explosiones sucesivas desataron el pánico entre los congregados, incluidos numerosos periodistas.
"Es la peor tragedia terrorista en la historia de Turquía. Después de la explosión estuve cerca del lugar. Nunca en la vida vi una cosa igual. Había brazos, piernas y intestinos por todas partes. La gente acudió por la paz pero vieron la muerte", dijo a Efe Faruk Bildirici, defensor del lector del diario Hürriyet.
Otros lo vivieron más de cerca aún. "Tengo hasta el paquete de tabaco en el bolsillo empapado de sangre", describió a Efe una joven psicóloga que se hallaba en la manifestación.
"Mis amigos de la universidad han muerto. Un amigo mío médico de 30 años ha muerto; anoche aún salimos juntos. Ahora ya no está", explicó por teléfono desde una clínica donde estaba donando sangre.
De igual manera, el primer ministro Davutoglu habló de un "ataque contra toda la nación" y proclamó tres días de luto oficial, dedicados tanto a las víctimas de hoy como a los uniformados fallecidos en ataques del PKK.
El copresidente del HDP Slahattin Demirtas, en cambio, acusó directamente al Gobierno de estar detrás del atentado.
"Esto no es un ataque contra el Estado, contra la nación, sino del Estado contra el pueblo", aseguró el líder kurdo.
Subrayó la similitud del atentado con la bomba colocada en un mitin de ese partido en Diyarbakir, dos días antes de las elecciones del 7 de junio, y con la masacre de Suruç el 20 de julio.
En ese atentado, un joven yihadista turco probablemente entrenado por el Estado Islámico (EI), mató a 34 personas en una acción suicida en una asamblea de activistas de la izquierda prokurda.
Después de este atentado, el PKK rompió el alto el fuego unilateral que mantenía desde hacía más de dos años.
Pero hoy, la guerrilla anunció que renunciará a todo movimiento, salvo en defensa propia, hasta las elecciones en Turquía, el próximo 1 de noviembre, para no obstaculizar unos comicios justos que deban servir, pidió, a la democratización de el país.
Tras el ataque de Ankara, miles de personas se manifestaron en el centro de Estambul contra el Gobierno, al que responsabilizaban de lo sucedido.
El atentado ha abierto aún más el abismo entre el AKP, el partido islamista en el poder desde 2002, y grandes sectores de la izquierda que consideran al Gobierno, y especialmente a Erdogan, responsable de haber arrastrado a Turquía a una espiral de violencia para ganar votos nacionalistas.
"Nos van a matar. El Estado nos va a matar uno por uno", se quejó la joven psicóloga desde el hospital, sin dudar de que el atentado se había preparado en connivencia con las autoridades.
Pero hay quien se muestra decidido, como Yüksel Eken, un contable jubilado, que estuvo muy cerca de la explosión hoy.
"Fui a la marcha para la paz. Los que hicieron explotar estas bombas deben saber que lo peor que he visto en mi vida no me detendrá de marchar a favor de la paz", aseguró a Efe.
En medio de cánticos, bailes y bromas en una soleada mañana de sábado dos potentes explosiones sucesivas desataron el pánico entre los congregados, incluidos numerosos periodistas.
"Es la peor tragedia terrorista en la historia de Turquía. Después de la explosión estuve cerca del lugar. Nunca en la vida vi una cosa igual. Había brazos, piernas y intestinos por todas partes. La gente acudió por la paz pero vieron la muerte", dijo a Efe Faruk Bildirici, defensor del lector del diario Hürriyet.
Otros lo vivieron más de cerca aún. "Tengo hasta el paquete de tabaco en el bolsillo empapado de sangre", describió a Efe una joven psicóloga que se hallaba en la manifestación.
"Mis amigos de la universidad han muerto. Un amigo mío médico de 30 años ha muerto; anoche aún salimos juntos. Ahora ya no está", explicó por teléfono desde una clínica donde estaba donando sangre.
De igual manera, el primer ministro Davutoglu habló de un "ataque contra toda la nación" y proclamó tres días de luto oficial, dedicados tanto a las víctimas de hoy como a los uniformados fallecidos en ataques del PKK.
El copresidente del HDP Slahattin Demirtas, en cambio, acusó directamente al Gobierno de estar detrás del atentado.
"Esto no es un ataque contra el Estado, contra la nación, sino del Estado contra el pueblo", aseguró el líder kurdo.
Subrayó la similitud del atentado con la bomba colocada en un mitin de ese partido en Diyarbakir, dos días antes de las elecciones del 7 de junio, y con la masacre de Suruç el 20 de julio.
En ese atentado, un joven yihadista turco probablemente entrenado por el Estado Islámico (EI), mató a 34 personas en una acción suicida en una asamblea de activistas de la izquierda prokurda.
Después de este atentado, el PKK rompió el alto el fuego unilateral que mantenía desde hacía más de dos años.
Pero hoy, la guerrilla anunció que renunciará a todo movimiento, salvo en defensa propia, hasta las elecciones en Turquía, el próximo 1 de noviembre, para no obstaculizar unos comicios justos que deban servir, pidió, a la democratización de el país.
Tras el ataque de Ankara, miles de personas se manifestaron en el centro de Estambul contra el Gobierno, al que responsabilizaban de lo sucedido.
El atentado ha abierto aún más el abismo entre el AKP, el partido islamista en el poder desde 2002, y grandes sectores de la izquierda que consideran al Gobierno, y especialmente a Erdogan, responsable de haber arrastrado a Turquía a una espiral de violencia para ganar votos nacionalistas.
"Nos van a matar. El Estado nos va a matar uno por uno", se quejó la joven psicóloga desde el hospital, sin dudar de que el atentado se había preparado en connivencia con las autoridades.
Pero hay quien se muestra decidido, como Yüksel Eken, un contable jubilado, que estuvo muy cerca de la explosión hoy.
"Fui a la marcha para la paz. Los que hicieron explotar estas bombas deben saber que lo peor que he visto en mi vida no me detendrá de marchar a favor de la paz", aseguró a Efe.
Apartes tomados de:
http://www.ambito.com/noticia.asp?id=811166
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