
Deberíamos reflexionar un poco más acerca de los motivos por los cuales
nos hemos dejado inculcar un estereotipo de las diferentes religiones,
de manera que, aunque no sepamos apenas nada de ellas, las asociamos
mecánicamente a ciertos clichés en los que hay causas y efectos,
culpables y víctimas que, por cierto, son siempre los mismos. Se repiten
cansinamente.
Así, el islam es, per se, la religión del fanatismo, el terror y
la intolerancia, mientras que el budismo es todo lo contrario: la paz,
el amor al prójimo y el buen rollito. No hay nada más peligroso que un imán, ni nada más inofensivo que un monje budista.
Myanmar, la antigua Birmania, es un país budista en el que hace dos
semanas las elecciones las ganó una mujer, Aung San Suu Kyi, que además
de dirigir la Liga Nacional para la Democracia, es Premio Nóbel de la
Paz.
Todo cuadra. Es el tipo de noticias que nos transmite un cliché de un país y una religión donde todo va bien.
Pero hay un monje budista, llamado Wirathu, que no cabe en nuestros
pequeños esquemas. Quizá se pueda resumir su personalidad diciendo que
desde 2001 le gusta que le llamen “El Bin Laden budista”.
En Europa diríamos que el monje Wirathu es un fascista porque su
objetivo es exterminar a la minoría musulmana de Myanmar (Birmania), los
rohingyas, que suponen el cinco por ciento de la población.
El budista quiere un genocidio, apela públicamente a ello, sin pelos en
la lengua y, a pesar de las elecciones, dentro de poco correrá la sangre
porque las cosas no pintan nada bien para los islamistas birmanos.
A pesar del budismo en Myanmar a los rohingyas de les privó en 1982 de
su derecho de voto a causa de una ley impuesta en los tiempos en que el
país vivía bajo una dictadura.
... O más bien habría que decir que era un califato porque los militares impusieron el budismo como religión del Estado.
A los musulmanes se les privó de su nacionalidad. 1,3 millones de
personas dejaron de ser birmanos de la noche a la mañana; desde entonces
son apátridas. No tienen ningún derecho ni tampoco a dónde ir.
Pero la dictadura acabó. Llegaron los demócratas y los Premios Nóbel de “la paz”. Ganaron las elecciones, pero cambiaron las cosas tanto como en España durante la transición. Ya saben...
Cuando tras las elecciones a un periodista se le escapó la palabra “genocidio” en referencia a los rohingyas, la presidenta Aug San Suu Kyi dijo que no había que exagerar.
El monje budista es uno de los principales instigadores de las oleadas
de violencia contra los musulmanes que se producen regularmente, con el
resultado de miles de muertes. Los budistas les asesinan a machetazos
con absoluta impunidad, queman sus tiendas y quieren aprobar un ley que
prohíba los matrimonios entre personas de diferente religión.
“A principios de abril [de 2013], cuando viajé a Meiktila para
investigar la violencia, prácticamente no quedaban musulmanes en
aquella ciudad de unos 100.000 habitantes. Unas 18.000 personas, la
mayoría musulmanas, se habían visto obligadas a abandonar sus casas y
vivían entonces en campos de desplazados internos improvisados en
escuelas vigiladas por el ejército. Eran nuevos desterrados en su propia
tierra, en un país en el que ya se cuentan por centenares de miles. El
acceso a los campos oficiales estaba prohibido a los periodistas, pero
era posible visitar un campo clandestino cerca de la ciudad con algo más
de 3.000 desplazados musulmanes”, cuenta un periodista (*).
Estamos hablando de Myanmar (Birmania), un país al que la mayor parte de
nosotros no seríamos capaces de situar en un mapa. En la televisión las
noticias nunca hablan de países así, que no interesan a nadie, que no
atraen audiencia sino que la alejan y, por lo tanto, alejan a la
publicidad.
Sólo aparece en las guías turísticas, en los documentales exóticos de National Geographic...
Si pudiéramos pagarnos el viaje, iríamos con mucha más tranquilidad
allá que a Irán. Por eso hay países que no están en las agencias de
viajes, ni en las promociones de touroperadores.
Si no se lo creen hagan la prueba. Vayan a una agencia de viajes y pidan
un folleto turístico de Myanmar (Birmania) para ver los trajes típicos,
la naturaleza ubérrima y los espectaculares edificios, que contrastan
con los de Kabul, por poner un ejemplo.
A pesar del monje Wirathu, el budismo no es el problema de Myanmar
(Birmania) como el islam no es el problema de Afganistán. A lo largo de
la historia ninguna religión ha sido nunca la causa de ningún problema,
sino su consecuencia.
Cuando la situación en Myanmar (Birmania) explote porque los rohingyas
no se dejen exterminar pacíficamente, entonces ya tenemos la noticia
escrita de antemano: los islamistas birmanos se pasan al yihadismo...
Hasta entonces todo era un oasis de paz... Etcétera, etcétera,
etcétera...
(*) http://www.eldiario.es/desalambre/Violencia-nombre-budismo_0_147335705.html