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jueves, 23 de junio de 2016

Cuando el terror viste ropajes budistas






Deberíamos reflexionar un poco más acerca de los motivos por los cuales nos hemos dejado inculcar un estereotipo de las diferentes religiones, de manera que, aunque no sepamos apenas nada de ellas, las asociamos mecánicamente a ciertos clichés en los que hay causas y efectos, culpables y víctimas que, por cierto, son siempre los mismos. Se repiten cansinamente.
Así, el islam es, per se, la religión del fanatismo, el terror y la intolerancia, mientras que el budismo es todo lo contrario: la paz, el amor al prójimo y el buen rollito. No hay nada más peligroso que un imán, ni nada más inofensivo que un monje budista.

Myanmar, la antigua Birmania, es un país budista en el que hace dos semanas las elecciones las ganó una mujer, Aung San Suu Kyi, que además de dirigir la Liga Nacional para la Democracia, es Premio Nóbel de la Paz.

Todo cuadra. Es el tipo de noticias que nos transmite un cliché de un país y una religión donde todo va bien.

Pero hay un monje budista, llamado Wirathu, que no cabe en nuestros pequeños esquemas. Quizá se pueda resumir su personalidad diciendo que desde 2001 le gusta que le llamen “El Bin Laden budista”.

En Europa diríamos que el monje Wirathu es un fascista porque su objetivo es exterminar a la minoría musulmana de Myanmar (Birmania), los rohingyas, que suponen el cinco por ciento de la población.

El budista quiere un genocidio, apela públicamente a ello, sin pelos en la lengua y, a pesar de las elecciones, dentro de poco correrá la sangre porque las cosas no pintan nada bien para los islamistas birmanos.

A pesar del budismo en Myanmar a los rohingyas de les privó en 1982 de su derecho de voto a causa de una ley impuesta en los tiempos en que el país vivía bajo una dictadura.

... O más bien habría que decir que era un califato porque los militares impusieron el budismo como religión del Estado. A los musulmanes se les privó de su nacionalidad. 1,3 millones de personas dejaron de ser birmanos de la noche a la mañana; desde entonces son apátridas. No tienen ningún derecho ni tampoco a dónde ir.

Pero la dictadura acabó. Llegaron los demócratas y los Premios Nóbel de “la paz”. Ganaron las elecciones, pero cambiaron las cosas tanto como en España durante la transición. Ya saben...

Cuando tras las elecciones a un periodista se le escapó la palabra “genocidio” en referencia a los rohingyas, la presidenta Aug San Suu Kyi dijo que no había que exagerar.

El monje budista es uno de los principales instigadores de las oleadas de violencia contra los musulmanes que se producen regularmente, con el resultado de miles de muertes. Los budistas les asesinan a machetazos con absoluta impunidad, queman sus tiendas y quieren aprobar un ley que prohíba los matrimonios entre personas de diferente religión.
“A principios de abril [de 2013], cuando viajé a Meiktila para investigar la violencia, prácticamente no quedaban musulmanes en aquella ciudad de unos 100.000 habitantes. Unas 18.000 personas, la mayoría musulmanas, se habían visto obligadas a abandonar sus casas y vivían entonces en campos de desplazados internos improvisados en escuelas vigiladas por el ejército. Eran nuevos desterrados en su propia tierra, en un país en el que ya se cuentan por centenares de miles. El acceso a los campos oficiales estaba prohibido a los periodistas, pero era posible visitar un campo clandestino cerca de la ciudad con algo más de 3.000 desplazados musulmanes”, cuenta un periodista (*).
Estamos hablando de Myanmar (Birmania), un país al que la mayor parte de nosotros no seríamos capaces de situar en un mapa. En la televisión las noticias nunca hablan de países así, que no interesan a nadie, que no atraen audiencia sino que la alejan y, por lo tanto, alejan a la publicidad.

Sólo aparece en las guías turísticas, en los documentales exóticos de National Geographic... Si pudiéramos pagarnos el viaje, iríamos con mucha más tranquilidad allá que a Irán. Por eso hay países que no están en las agencias de viajes, ni en las promociones de touroperadores.

Si no se lo creen hagan la prueba. Vayan a una agencia de viajes y pidan un folleto turístico de Myanmar (Birmania) para ver los trajes típicos, la naturaleza ubérrima y los espectaculares edificios, que contrastan con los de Kabul, por poner un ejemplo.

A pesar del monje Wirathu, el budismo no es el problema de Myanmar (Birmania) como el islam no es el problema de Afganistán. A lo largo de la historia ninguna religión ha sido nunca la causa de ningún problema, sino su consecuencia.

Cuando la situación en Myanmar (Birmania) explote porque los rohingyas no se dejen exterminar pacíficamente, entonces ya tenemos la noticia escrita de antemano: los islamistas birmanos se pasan al yihadismo... Hasta entonces todo era un oasis de paz... Etcétera, etcétera, etcétera...
(*) http://www.eldiario.es/desalambre/Violencia-nombre-budismo_0_147335705.html




El silencio sobre un crimen contra la humanidad muy inconveniente


  • 23 junio, 201
El silencio sobre un crimen contra la humanidad muy inconveniente

“Las violaciones de derechos de la minoría musulmana de los rohingyas en Birmania, especialmente el derecho de ciudadanía, los trabajos forzados y las agresiones sexuales, podrían ser consideradas como crímenes contra la humanidad”, advirtió el lunes un informe de la ONU.

El documento del Alto Comisariado de la ONU para los derechos humanos analiza el tratamiento de las minorías étnicas y religiosas en el país asiático y denuncia importantes crímenes cometidos contra la minoría musulmana, llamados rohingyas. La ONU considera que dichos crímenes son sistemáticos y tienen una enorme amplitud, lo que puede desembocar en una acusación contra Birmania por crímenes contra la humanidad ante un tribunal internacional.
A causa de los saqueos, los incendios y los matanzas los rohingyas huyen de Birmania hacia los países vecinos, muchos de ellos atravesando el océano en patera y muriendo por centenares en el trayecto.
Sin embargo, desde siempre su grave situación es objeto de un silencio absoluto que forma parte de la ola islamofóbica que -de forma sistemática- convierte a los musulmanes en autores y en ningún caso de víctimas de crímenes atroces.
El silencio no sólo es mediático sino que concierne muy especialmente a las ONG, una de cuyas tareas es la denuncia de hechos tan graves como los que padecen los rohingyas. Cabe exceptuar a Humans Rights Watch, que el año pasado publicó un estremecedor informe de 170 páginas.
Se titulaba “All you can do is pray, Crimes against Humanity and ethnic cleansing of Rohingya Muslims in Burma’s Arakan State” (Todo lo que Usted puede hacer es rezar. Los crímenes contra la humanidad y la limppieza étnica de los musulmanes rohingya en el Estado birnamo de Arakan). Antes se podía leer en una dirección de internet (http://www.hrw.org/sites/default/files/report/burmah0413) que ya no existe.
Otra excepción es la del Centro Skjodt para la prevención de los genocidios, dependiente del Museo del Holocausto de Washington, que envió a un equipo de expertos en marzo de pasado año, pero sus conclusiones no han tenido ningún eco.
Pero el colmo del cinismo llega en abril del año pasado de la mano de los campeones del cinismo, la Comisión Europea, que publica un informe canallesco (“The Rohyngia Crisis, EchofactSheet”) en donde la situación de los rohingya se califica como una “crisis humanitaria” o conflicto entre dos colectivos humanos provocado por el control de los recursos naturales.
El tratamiento propagandístico discriminatorio que lleva a cabo el imperialismo privilegia al budismo porque los medios de propaganda del imperialismo no sólo crean países buenos y malos, sino también religiones buenas y malas de manera esencial, es decir, que una religión -cualquiera que sea- es la misma por encima de factores tales como el país, el lugar, la clase social, el Estado, la cultura o la confesionalidad.
En este reparto de papeles, el budismo siempre es bueno por sí mismo y sus practicantes se nos muestran como gentes pacíficas.
A pesar de la dramática situación de los musulmanes birmanos, los imperialistas no han impuesto ningún bloqueo contra el país, ni han declarado una guerra contra su gobierno para derrocarlo y democratizarlo.
La burguesía siempre discrimina. Además de cadáveres, establece minorías de primera y de segunda.

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