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viernes, 14 de junio de 2019

El nuevo tratado de comercio para América del Norte (T-MEC) obliga a México a cambiar la legislación que rige el uso de sus semillas, abriendo la puerta a los transgénicos y al pago de regalías y patente a ‘las hermanas’, las cuatro multinacionales que controlan el negocio.


Eliana Gilet
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El acuerdo, que lleva las siglas de los tres países firmatarios (México, EEUU y Canadá), está pendiente de aprobación en el Congreso mexicano. Su capítulo 18, referido a la propiedad intelectual, obliga a México a incorporarse a la Unión para la Protección de Unidades Vegetales (UPOV 91).

Este es “el marco jurídico de la semilla”, que obligaría a México a reconocer el sistema de patentes norteamericano, al tiempo que limitaría el uso propio de los campesinos y el intercambio milenario de semillas, gracias al cual hoy la agricultura es lo que es.

“Los oligopolios que manejan Bayer-Monsanto, Pioneer, Syngenta y Dow —las llamadas ‘hermanas’—, junto a los grandes productores internacionales de bayas y frutillas, han empujado a las autoridades mexicanas para que cambiemos a UPOV 91”, explicó a Sputnik Alejandro Espinosa Calderón, experto en genética y fitomejorador de maíz.

“Ellos se quejan de que México no respeta el pago de regalías, entonces UPOV sería el camino. Pero ninguna empresa mexicana de capital mexicano está pidiendo ese cambio”, agregó.

El caballo de Troya

La situación ha entrado por la ventana como parte del T-MEC —resultado de la renegociación del TLCAN— y no es un gran tema de debate en el Gobierno mexicano. De hecho, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, se manifestó en contra de los cultivos transgénicos y a favor de impulsar la búsqueda de soberanía alimentaria, recordó el experto.

“No se dan cuenta de que ratificando el T-MEC está entrando este caballo de Troya”, dijo Espinosa a Sputnik. “Es una crónica del desastre”, sentenció.

Además de adherirse a UPOV 91, el capítulo 18 obliga a México a incorporarse al tratado de Budapest, que refiere a virus, enzimas y hongos. El combinado de estas disposiciones “termina por controlar completamente la vida, en manos de estas empresas oligopólicas”, explicó el experto.
El panorama a futuro es “un destino que abona en contra de la biodiversidad y particularmente, en contra de las millones de variedades de maíz mexicano”, señaló.

Un país megadiverso

Espinosa tiene 40 años de experiencia como genetista y fitomejorador. Su trabajo permitió el desarrollo de distintas variedades de maíz local: un buen número de las variedades que siembran los productores de maíz de manera extensiva en México han sido desarrolladas por este científico.

“Hay 2,3 millones de variedades de maíz en México. Cada productor tiene hasta tres variedades diferentes. Si aceptamos que cada productor tiene una variedad diferente a la del vecino, dónde cada año se recombinan 50.000 genes, eso significa que la diversidad es inmensa. Ni siquiera es imaginable”, expresó el científico en un tono calmo.

“Es inconmensurable el tesoro que tiene la humanidad con tanta variedad genética”, agregó.

Esa diversidad se gestó a partir de una práctica común y colectiva, que ha conservado y multiplicado las semillas por milenios, desde que el hombre se asentó y se dedicó a la agricultura.

Pero el nuevo tratado que busca imponerse, limita el uso propio de los agricultores, prohibiéndoles que guarden semillas de sus propia cosecha como se hace ahora y los empuja a comprar semillas patentadas a la empresa, cada nuevo ciclo.
También se prohíbe el libre intercambio de semillas entre agricultores, que sustenta una especie de banco vivo de semillas, siempre en producción y de manera comunitaria.

“Es un destino fatal”, explicó el científico.

Vía libre al maíz transgénico

México es el único país del mundo donde gracias a una demanda colectiva de organizaciones, pueblos y campesinos de toda la República se ha detenido el ingreso legal del maíz transgénico a sus tierras.

Aunque la causa está abierta en la justicia mexicana, la presión de ‘las hermanas’ ha llegado ahora por los otros poderes, que aún están a tiempo de dar la discusión e impedir el avance de estas cláusulas nocivas al patrimonio del pueblo mexicano y de la humanidad.

El problema es que el ingreso a UPOV 91, trae de la mano el ingreso de estos cultivos al país.

“Imagínese, cada planta de maíz tiene de 25 a 27 millones de granos de polen. Si entran los transgénicos y contaminan con su polen a los maíces nativos y esto se va difundiendo, en poco tiempo estarán contaminados todos los maíces nativos que existen en México”, explicó Espinosa.

“Estos genes transgénicos, al estar patentados, la ley otorga su propiedad a la empresa. Entonces resulta que la empresa sería la dueña de los millones de variedades de maíz que hay en México”, concluyó.

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