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lunes, 22 de enero de 2024

Claves para entender la relación política entre Irán y Ansarolá de Yemen

 

Publicada: lunes, 22 de enero de 2024 19:35




El análisis de Ansarolá, el grupo yemení conocido en Occidente como Hutíes, y sus relaciones con la República Islámica, a menudo no se comprenden más allá del discurso político denominado “sponsor-proxy”.

Esta doctrina cuestiona la autonomía del grupo yemení al considerarlo una

 “herramienta en manos de Irán”.

El objetivo de este artículo, por lo tanto, es intentar comprender cuáles han sido los factores que han llevado al acercamiento político entre Irán y Ansarolá. Al mismo tiempo, también buscará rechazar la idea extendida de que esta alianza está fundamentada en una relación militar entre ambos, una relación enmarcada dentro de la anteriormente mencionada doctrina de “sponsor-proxy”, según la cual Irán, como Estado, utiliza su poder para manejar al grupo subordinado.

Este artículo sostiene que existe una relación política basada en una visión revolucionaria articulada en torno al Islam entre la República Islámica, que se percibe a sí misma como defensora de las naciones oprimidas, y el grupo yemení.

La visión esencialista, predominante al analizar al grupo yemení, se centra en su dimensión religiosa, señalando que Ansarolá es mayoritariamente zaidí, una subsecta del chiismo, y sugiere que esta identidad religiosa sería suficiente para explicar las relaciones entre Teherán y el grupo. Este tipo de análisis tiende a presentar el rechazo de Ansarolá a la presencia saudí-salafista en Yemen en términos religiosos, sin tener en cuenta la dimensión política de dicha presencia, así como la identidad del grupo.

El rechazo de Ansarolá a la influencia saudí en el país, así como al propio gobierno yemení, se explica por la sensación de opresión y ausencia de justicia que los miembros y simpatizantes del grupo percibían de manera generalizada. Fue precisamente este rechazo, fundamentado en una dimensión política con raíces islámicas, lo que explica los repetidos levantamientos contra el gobierno entre 2004 y 2010.

En 2011, durante la llamada “Primavera Árabe”, las quejas de la población yemení alcanzaron un punto crítico, desencadenando masivas protestas que exigían la renuncia del presidente Ali Abdullah Saleh, quien había gobernado el país durante más de treinta años. Tras la renuncia de Saleh, Arabia Saudita respaldó a Abdrabbuh Mansur Hadi como el nuevo líder del país. Ansarolá rechazó esta elección y lanzó una campaña militar contra el nuevo gobierno, desencadenando una guerra civil que aún está sin resolver.

Desde 2015, Ansarolá ha controlado la capital, Saná, así como la mayor parte de la costa del Mar Rojo y ha desarrollado una política exterior centrada en la hostilidad hacia la presencia occidental en la región, especialmente contra los Estados Unidos e Israel. A este respecto, es importante comprender que el apoyo de Ansarolá a la causa palestina no es exclusivo del grupo, sino que debe entenderse desde lo que se conoce como una visión a largo plazo.

Ya en 1947, en la entonces colonia británica de Adén (sur de Yemen), una de las primeras manifestaciones públicas contra el dominio británico adoptó la forma de una huelga de tres días en protesta contra las políticas pro-sionistas de Gran Bretaña en Palestina. Al año siguiente, el Imamato Mutawakkilite de Yemen se convirtió en uno de los primeros miembros de las Naciones Unidas (ONU). Su delegación se unió a representantes de otros cinco estados árabes que abandonaron la sala de la Asamblea General de la ONU cuando se aprobó la votación para la partición de Palestina.

Por lo tanto, se puede afirmar que el tema de Palestina ha funcionado como un motor anticolonial a lo largo de toda la historia contemporánea de Yemen. Por ejemplo, durante sus veintisiete años de existencia, la República Democrática Popular del Yemen siempre respaldó a los movimientos palestinos, con un énfasis particular en las organizaciones palestinas de izquierda.

La República Democrática Popular del Yemen brindó apoyo práctico a Palestina. En 1971, permitió que el Frente Popular para la Liberación de Palestina atacara un barco israelí en el Bab al-Mandab. Dos años después, cerró el Bab al-Mandab al tráfico marítimo israelí para ayudar a Egipto en la guerra contra Israel. En 1979, cuando el líder egipcio Anwar Sadat reconoció a Israel y firmó los Acuerdos de Camp David, la respuesta de la República Democrática Popular incluyó la expulsión de maestros egipcios del país, con la excepción de aquellos de la oposición de izquierda egipcia.

Después de la unificación de Yemen en 1990, el régimen de Saleh continuó reconociendo y apoyando al Estado de Palestina, así como colaborando con la Autoridad Palestina. Con el estallido de la guerra civil en Yemen en 2015 y el papel de los estados extranjeros en el conflicto, la situación ha cambiado. Las facciones respaldadas por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han continuado ofreciendo apoyo a la Autoridad Palestina con sede en Ramala, mientras que Ansarolá ha expresado cada vez más su apoyo a los grupos palestinos islamistas como Hamás y la Jihad Islámica.

Este apoyo del grupo yemení a los grupos islamistas sirve para explicar la importancia de la identidad en términos políticos para entender las relaciones entre Irán y Ansarolá. La identidad, desde el punto de vista político, se refiere al conocimiento de uno mismo en el espejo de la interacción con los demás. Tal como apunta Barnett en su trabajo, las concepciones colectivas e individuales de los actores políticos sobre sí mismos y sobre los demás dependen de su propia identidad. Es decir, esta identidad hace posible la distinción política básica entre amigos y enemigos. Según esta interpretación, los actores políticos, ya sean estados o grupos no estatales, determinan su política exterior de acuerdo con la dimensión amigo-enemigo.

Es por eso necesario comparar los elementos que configuran la identidad, por un lado, de la República Islámica, y por otro, de Ansarolá, para poder lograr el objetivo principal de este artículo. Por eso, se pasará a analizar en primer lugar los dos componentes básicos y principales que dan forma a la identidad política de la República Islámica. En primer lugar, hay que hablar de la llamada naturaleza revolucionaria de Irán.

La caída de la dinastía Pahlavi en Irán, que estuvo en el poder desde 1925 hasta 1979, y la posterior victoria e instauración de la República Islámica significaron el despliegue de una ideología revolucionaria vital para comprender la importancia de la visión anti-colonial y anti-hegemónica sobre la que Irán basa toda su política exterior.

Debido a esta misma ideología revolucionaria, la resistencia a esos poderes llamados hegemónicos se considera una obligación en términos político-militares. Desde el punto de vista de la construcción de la diferencia amigo-enemigo, todo lo anterior significa que desde Irán se entiende que existe una necesidad de expandir esa ideología revolucionaria a nivel regional. Esta expansión es justificada en un lenguaje anti-colonial y anti-imperialista.

El otro de los elementos fundamentales para comprender la identidad de la República Islámica es la dimensión islamista que, desde los parámetros políticos de la propia República Islámica, es el principal elemento y sobre el que se basa la ideología revolucionaria. El islamismo iraní ha llevado al país a perseguir dos objetivos considerados imprescindibles:

1. Conseguir la unidad del Islam siguiendo el conocido como “mandato ummático”, lo que supone seguir la idea de Khomeini, el fundador de la República Islámica, y acercar el sunismo y el chiismo. Es decir, de lo que se trata es asumir que el Islam es un lenguaje común que permite a los musulmanes interactuar y debatir entre ellos, pero siempre dentro de los límites de ese mismo lenguaje.

2. Construcción de una sociedad justa. Es una aspiración ético-política que funciona como horizonte siempre presente pero nunca alcanzable. Este horizonte obliga a los musulmanes a luchar incansablemente contra la opresión en sus diversas formas y manifestaciones.

Desde la dimensión islámico-política expresada por la República Islámica, esta ve el mundo en términos de amigo-enemigo, estando esta división sustentada en la división islámica de justicia (aql) contra opresión (batil).

Dicho esto, para Ansarolá, una de sus identidades históricas es lo que el grupo llama una identidad “árabe”. A su vez, esta identidad está mediada por el discurso islamista, un discurso político que permite distintas articulaciones. Es precisamente este discurso islamista lo que explica la convergencia entre Irán y Ansarolá. El grupo yemení también entiende el Islam como un discurso de liberación contra la opresión colonial, tanto interna como externa, así como contra la presencia de países considerados opresores en la región.

Dicho esto, una de las identidades históricas de Ansarolá es lo que el grupo denomina una identidad “árabe”. Esta identidad está mediada, a su vez, por el discurso islamista, un discurso político que permite diversas articulaciones. Es precisamente este discurso islamista el que explica la convergencia entre Irán y Ansarolá. El grupo yemení también concibe el Islam como un discurso de liberación contra la opresión, tanto interna como externa, así como contra la presencia de países considerados opresores en la región.

Esta convergencia política pone de manifiesto la insuficiencia de las explicaciones que tratan de presentar la colaboración entre Teherán y Sana’a en términos religiosos chiíes. Este reduccionismo esencialista no tiene en cuenta las dimensiones políticas del Islam, entendido como discurso.

La afinidad política entre Ansarolá e Irán se evidencia aún más al considerar la ideología revolucionaria del grupo yemení. Desde sus inicios en los años 90, Ansarolá había adoptado la doctrina de Wilayat e Faqih (el sistema jurídico-político diseñado por Jomeini y piedra angular de la actual República Islámica) como guía político-ética para su actuación en el mundo. Después de los eventos del 11-S y la llamada “guerra contra el terrorismo” por parte de los Estados Unidos, el grupo expresó abiertamente su antiimperialismo. Este posicionamiento fue utilizado por los líderes de Ansarolá, como Sayyid Hussein al-Houthi, para acercarse aún más a la República Islámica desde un punto de vista ideológico.

En un discurso en 2001, durante la conmemoración del llamado Día de Al Quds (una celebración instaurada por Khomeini para recordar la importancia de Palestina), al-Houthi enfatizó el camino de la resistencia contra la opresión y señaló a los Estados Unidos como el “principal enemigo del pueblo yemení”.

En 2002, el propio al-Houthi introdujo el que hasta la fecha se ha convertido en el lema del grupo: “Dios es grande, Muerte a Estados Unidos, Muerte a Israel, Maldición sobre los judíos, Victoria para el Islam”. Este lema comparte afinidad discursiva con uno de los lemas más utilizados desde el islamismo iraní: “Marg bar Amrika” (traducido como “muerte a los Estados Unidos”). La unidad de visión se entiende siempre que no se interpreten esos dos lemas desde un punto de vista literal, sino desde un punto de vista político. Desde este punto, se puede ver cómo Irán y Ansarolá expresan en un mismo lenguaje, de tradición islámica, su rechazo a la naturalización de la presencia de “fuerzas opresoras” en la región.

Todo lo anterior no implica una total afinidad entre Irán y Ansarolá, ni mucho menos que exista un tipo de relación entre ambos que pueda ser definida desde los parámetros de la doctrina sponsor-proxy. Desde la República Islámica, se ha explicado en multitud de ocasiones que el grupo yemení tiene su propia agenda y que esta no está en ningún caso supeditada a los deseos de Teherán. Nuevamente, y a modo de conclusión, hay que hablar de similitud discursiva que es lo que permite acuerdos y desacuerdos, pero siempre desde una misma visión anti-colonial, anti-imperialista e islámica.

 

XAVIER VILLAR


hispantv

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