
La prensa occidental dedica en estos días sus
titulares a Siria, algo que no sucedía desde que se habló, hace 2 años,
de los ataques químicos perpetrados en las afueras de Damasco y del
proyecto de intervención militar de la OTAN. Los periodistas expresan
inquietud ante el avance del Emirato Islámico y la posible destrucción
de los vestigios de la antigua ciudad de Palmira.
Pero son pocos los que conocen la historia de la reina Zenobia, quien
–aprovechando la debilidad de Roma, que acababa de perder la Galia–
proclamó a su hijo «
emperador» y asumió ella misma la posición de «
regente».
La reina Zenobia no sólo liberó Siria. También redimió a los pueblos
que habitaban los territorios de los actuales Egipto, Palestina,
Jordania, Líbano, Irak, parte de Turquía e incluso Irán. Su capital,
Palmira, fue una ciudad que se caracterizaba por su refinamiento,
abierta a todas las religiones, una escala brillante en la ruta de la
seda entre Damasco y China. Sin embargo, después de un exitoso golpe de
Estado en Roma, el general Aureliano logró restablecer la unidad del
imperio aplastando primeramente las fuerzas de la reina Zenobia, y
posteriormente el imperio galo, antes de poner fin a la libertad
religiosa, imponer el culto al Sol invicto y proclamarse Dios a
sí mismo. Esta prestigiosa historia hace de Palmira el símbolo de
la resistencia del Levante ante el imperialismo occidental de la
Antigüedad.
Pero resulta sorprendente el relieve que ha dado la prensa occidental
a la caída de Palmira, sobre todo teniendo en cuenta que el mayor
avance del Emirato Islámico esta semana no fue en Siria, ni tampoco
en Irak, sino en Libia con la caída de Sirte, ciudad 5 o 6 veces
más poblada que la ciudad siria de Palmira. Pese a ello, los mismos
periodistas que durante los 2 últimos meses no hablaban de otra cosa que
del caos reinante en Libia y lanzaban constantes llamados a favor de
una intervención militar europea, oficialmente dirigida a poner fin a la
oleada de migrantes, no hablan de ese avance del Emirato Islámico
en Libia. Claro,
hay que recordar que quien encabeza el Emirato Islámico
en Libia es Abdelhakim Belhadj, nombrado –con el respaldo de la OTAN–
gobernador militar de Trípoli [
1] y recibido oficialmente en París, el 2 de mayo de 2014, por el ministerio francés de Relaciones Exteriores.
Para agregar dramatismo a la situación en Siria, los periodistas occidentales afirman en coro que ahora «
Daesh [
2]
controla la mitad del territorio sirio».
Afirmación que contradicen los mapas que ellos mismos publican, en los
que el lector atento puede comprobar que Daesh sólo controla unas
cuantas ciudades y carreteras sin llegar a tener bajo control regiones
enteras del país.
Es evidente que el objetivo del tratamiento mediático de la situación en el «
Medio Oriente ampliado»
no es ofrecer al público occidental una imagen real sino
instrumentalizar sólo ciertos factores cuidadosamente seleccionados para
justificar determinadas políticas.
El Emirato Islámico y
la importancia de Palmira
Mucho nos gustaría que la inquietud ante la caída de Palmira fuese
sincera y que las potencias occidentales, después de haber masacrado
millones de personas en esta región a lo largo de una década, finalmente
se hubiesen decidido a poner fin a esos crímenes
. Pero no podemos
dejarnos engañar. Esa inquietud de fachada no busca otra cosa que
justificar una reacción militar invocando la amenaza del Emirato
Islámico.
Se trata de un elemento indispensable si Washington quiere realmente
concretar la firma del acuerdo que ha venido negociando –desde hace
2 años– con Teherán.
En efecto, el Emirato Islámico fue creado por Estados Unidos
con ayuda de Turquía, de las monarquías del Golfo y de Israel, algo que
siempre hemos denunciado y que ahora aparece demostrado en un documento
de la DIA (siglas en inglés de la Agencia de Inteligencia del
Departamento de Defensa de Estados Unidos) parcialmente desclasificado
esta semana, documento que el lector interesado puede leer gracias
al vínculo que incluimos al final de este artículo.
En contradicción con las sandeces que publican los periodistas que acusan al «
régimen de Bachar»
(sic) de haber creado ese grupo yihadista para dividir la oposición
siria y hacerla caer en el radicalismo, el documento de la DIA
demuestra
que el Emirato Islámico actúa de conformidad con la estrategia de
Estados Unidos. Este informe de la Agencia de Inteligencia del
Departamento de Defensa estadounidense, fechado el 12 de agosto de 2012 y
que circuló ampliamente en el seno de la administración Obama,
anunciaba claramente los planes de Washington:
«Si se produce un desenlace, existirá la posibilidad de establecer
un principado de salafistas, reconocido o no, en el este de Siria
(Hassake y Deir ez-Zor), lo cual es exactamente el objetivo de
la oposición [los Estados occidentales, los Estados del Golfo
y Turquía], para aislar al régimen sirio, considerado como la
profundidad estratégica de la expansión chiita (Irak e Irán).»
Como siempre dijimos, la creación y desarrollo del Emirato Islámico
son resultado de una decisión del Congreso de Estados Unidos, adoptada
durante una sesión secreta realizada en enero de 2014, para concretar
la aplicación del plan Wright. Se trataba entonces de crear un «
Kurdistán» y un «
Sunnistán» que abarcarían territorios pertenecientes a Siria e Irak para cortar así la «
ruta de la seda»,
después del soborno y la traición que hicieron posible la caída de Deir
ez-Zor en manos de los yihadistas (funcionaros corruptos de Deir ez-Zor
se dejaron sobornar y entregaron la ciudad sin combatir).
Desde los tiempos de la Alta Antigüedad, una red de vías terrestres
de comunicación conecta Xi’an (la antigua capital china) con la costa
del Mediterráneo. Esa ruta vincula a Irán con el mar a través del
desierto, ya sea pasando por Deir ez-Zor y Alepo o pasando por Palmira
y Damasco. Actualmente garantizaba el transporte de armas hacia Siria y
el Hezbollah y posteriormente debía ser utilizada para transportar el
gas de los yacimientos de Fars (en Irán) hacia el puerto de Latakia
(en Siria).
Palmira, la «
ciudad del desierto», es por consiguiente mucho
más que el inestimable vestigio de un maravilloso pasado. Es ante todo
una plaza de enorme importancia estratégica en el equilibrio regional.
Precisamente por eso es grotesco afirmar que el Ejército Árabe Sirio
no trató de defenderla. En realidad, el Ejército Árabe Sirio actuó allí
como ha venido haciéndolo desde que comenzó la llegada de mercenarios
a Siria: en aras de evitar bajas entre la población civil, se repliega
cuando los mercenarios avanzan en pequeños grupos que coordinan
sus acciones entre sí (gracias a los modernos medios de comunicación que
reciben de las potencias occidentales) y vuelve a golpearlos cuando
se reagrupan en posiciones definidas.
Otra realidad es que la coalición internacional anti-Daesh, creada
por Estados Unidos en agosto de 2014, nunca ha combatido realmente a los
yihadistas. Está más que demostrado –no una sino unas 40 veces– que los
aviones occidentales lanzan en paracaídas armamento y municiones que
acaban en manos del Emirato Islámico.
También es notorio que, aunque la llamada coalición de 22 países dice
disponer de una cantidad superior de hombres, mejor entrenados y mejor
equipados que los del Emirato Islámico, lo cierto es que esa “coalición”
no logra hacer retroceder a los yihadistas, quienes –como estamos
viendo– siguen conquistando nuevas vías terrestres de comunicación.
La evolución de
los intereses estadounidenses
En todo caso, Washington ha cambiado de estrategia. La reciente
nominación del coronel James H. Baker como nuevo estratega del
Pentágono [
3],
demuestra que la administración Obama ha pasado la página de la
estrategia del caos. Estados Unidos vuelve ahora a una concepción
imperial clásica, basada en la existencia de Estados estables. Y
para firmar su acuerdo con Irán tendrá que evacuar al Emirato Islámico
del Levante antes del 30 de junio.
La ingente campaña de prensa sobre la caída de Palmira podría no ser
otra cosa que una forma de preparar a la opinión pública con vista a una
verdadera implicación militar en contra del Emirato Islámico. Ese será
el sentido de la reunión de los 22 miembros de la coalición anti-Daesh
(y de 2 organizaciones internacionales) a celebrarse en París el próximo
2 de junio. El Pentágono tendrá que decidir para esa fecha si opta
finalmente por destruir el Emirato Islámico o por desplazarlo hacia otra
parte para asignarle nuevas tareas. Tres destinos son previsibles para
un redespliegue de los yihadistas: Libia, el África negra o el Cáucaso.
De no ser así, Irán no firmará el acuerdo y la guerra seguirá
agravándose ya que la caída de Palmira bajo los ataques de
los yihadistas, fabricados y amamantados por Occidente, tendrá las
mismas consecuencias que su conquista por las legiones del emperador
Aureliano. Ya en este momento, ese hecho amenaza la supervivencia del «Eje de la Resistencia», o sea la coalición Irán-Siria-Líbano-Palestina. El Hezbollah se plantea decretar la movilización general.