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viernes, 29 de junio de 2012

Los islamistas acaban con seis décadas de control militar en Egipto


Los islamistas acaban con seis décadas de control militar en Egipto
El ganador de las elecciones egipcias, Mohamed Morsi, en una imagen de archivo
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Tuvo que pasar una semana y una interminable hora y media para que los islamistas celebraran la única opción que contemplaban, la victoria en las elecciones presidenciales egipcias. Y al fin, el presidente de la Comisión Electoral pronunció el nombre de Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, que se impuso en una reñida pelea al militar retirado y último primer ministro de la época de Mubarak, Ahmed Shafiq. La plaza Tahrir estalló entonces cuando conoció que había dejado atrás 60 años de Gobiernos militares, que heredarán a partir de ahora los islamistas.
Los datos oficiales apenas variaron de los que había presentado anteriormente el movimiento islamista, que les otorgaban la victoria con cerca del 52% de los votos. Los Hermanos Musulmanes festejaron la misma noche de las elecciones su triunfo, aunque el candidato continuista se resistió a aceptar la derrota e incluso se autodeclaró también el nuevo presidente del país.
Los islamistas llamaron a los suyos a ocupar las calles pocas horas después, coincidiendo con una declaración unilateral por parte de la Junta Militar, que le otorga a los militares más autonomía, incluso después de haber cedido el Gobierno a una autoridad civil. Los islamistas tendrán ahora también que lidiar con los generales, que ostentan el poder legislativo, en ausencia de un Parlamento disuelto por la decisión de los jueces.
Durante días se han sucedido las reuniones entre todas las partes. Los islamistas se rodearon de los movimientos revolucionarios, a los que les dejaron la puerta abierta a la formación de un futuro Gobierno. El candidato Mohamed Morsi anunció que el próximo primer ministro no sería miembro de los Hermanos Musulmanes y aseguró que mujeres, coptos y jóvenes tendrían una presencia destacada en su Gabinete, incluso antes de conocerse los resultados oficiales.
Tanto los Hermanos Musulmanes como la Junta Militar admiten también reuniones, en las que han negociado el futuro político del país, tras estas decisiones que blindan el poder de los militares. Un dirigente del movimiento islamista llegó a declarar a la televisión Al Jazeera que en el momento que los Hermanos desistieran de sus reivindicaciones y desalojaran la plaza, anunciarían la victoria de su candidato, Mohamed Morsi.
Una tensa espera
Lejos de marcharse, miles de personas habían acudido bajo un intenso sol hasta la plaza Tahrir, pese a las altas temperaturas que registra El Cairo. Los cánticos contra la Junta Militar presidían la plaza, hasta que daba comienzo el discurso del líder de la máxima autoridad electoral, con 45 minutos de retraso. En ese instante, se hacía el silencio en la siempre concurrida ágora cairota. Los altavoces instalados en la plaza retransmitían el discurso, para quien no pudiera entrar en uno de los abarrotados cafés.
El presidente de la Comisión Electoral detalló una por una las impugnaciones que el órgano había recibido. Su discurso se alargaba sin llegar a ese momento tan esperado. En uno de los establecimientos cercanos a la plaza, el dueño llegó incluso a apagar el televisor, angustiado por la espera. Y al fin, otros 45 minutos después, el nombre de Mohamed Morsi retumbó en Tahrir. La histeria colectiva se desencadenó, dejando paso a los fuegos artificiales, los gritos de “Alá es grande” y las constantes proclamas contra los militares.
Los Hermanos Musulmanes, un movimiento que ha permanecido en la sombra durante sus 84 años de historia -los últimos 60, en la clandestinidad-, hereda el asiento que dejó vacío el ahora enfermo Hosni Mubarak. El destronado ‘rais’ tendrá que asistir en el hospital militar en el que se encuentra a la coronación de Mohamed Morsi como el primer presidente elegido de una forma verdaderamente democrática en Egipto.
A sus 60 años, Morsi sólo era la segunda opción electoral para un movimiento que había prometido no presentar candidato a las presidenciales, despúes de haber conseguido un gran poder en el Parlamento, ahora disuelto. Su falta de carisma y el desgaste que había sufrido el grupo en estos meses hacía que algunos presagiaran una precipitada caída de los islamistas. Pero en apenas unos meses, los Hermanos Musulmanes han vuelto a demostrar que su maquinaria movilizadora es la mejor engrasada en este país gobernado por militares. Los islamistas tendrán que manejar el país junto a los generales, pero de momento, ya han podido en las urnas con todo un militar retirado.
fuente:aquí

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