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sábado, 31 de mayo de 2014

¿Todavía quiere EEUU seguir interviniendo en Libia?

Sheldon Richman

Fuente: More U.S. Intervention in Libya?, MWC News, 22/05/2014

Con la excepción de los ataques mortíferos contra la misión diplomática de EEUU y el anexo de la CIA en Bengasi, que tuvieron lugar en 2012, Libia ya no ocupa las páginas de los periódicos estadounidenses desde que terminara la denominada intervención humanitaria del presidente Obama y la OTAN en 2011. Al público estadounidense se le ha hecho creer que, con la salvedad de los mencionados ataques terroristas, las cosas han mejorado mucho en el país anteriormente gobernado por Muamar Gadafi.
Por tanto, podría ser una sorpresa el hecho de que Obama haya enviado más de 200 marines y aviones Osprey a Sicilia, por si acaso la embajada de EEUU en Trípoli tuviera que ser evacuada. Según fuentes del gobierno, la razón de este movimiento es el “deterioro de la seguridad” en la capital.

No todo ha ido bien en Libia desde que el ejército norteamericano y las fuerzas de la OTAN derrocaran a Gadafi. Las autoridades estadounidenses nos aseguraron que los “moderados” sucederían al cruel y caprichoso dictador, que había sido un aliado de EEUU en la guerra contra Irak. Sin embargo, ha resultado que los vencedores moderados no son tan moderados. En realidad, se parecen a Al-Qaeda. ¿Fue el gobierno Obama, bajo la dirección de la secretaria de estado Hillary Clinton, la embajadora en la ONU Susan Rice y la consejera de seguridad nacional Samantha Power, lo bastante ingenuo porque quería aparecer, desesperadamente, del lado de la Primavera Árabe tras haberse opuesto a la lucha por la democracia del pueblo egipcio y dado su apoyo al dictador Hosni Mubarak en 2011?
Como ha señalado el corresponsal para Oriente Medio Patrick Cockburn, las autoridades estadounidenses han tendido a exagerar el poder de Al-Qaeda, pero Obama, por razones políticas, hizo justamente lo contrario en el caso de Libia:
Minimizaron las semejanzas entre Al-Qaeda y los rebeldes que luchaban, con la ayuda de la OTAN, por derrocar al líder libio. […] Se consideró peligrosos únicamente a aquellos yihadistas que tenían vínculos directos con el “núcleo” de Osama Ben Laden en Al-Qaeda. La falsedad de la creencia de que los yihadistas anti-Gadafi en Libia eran menos peligrosos que los que estaban en contacto con Al-Qaeda se hizo patente cuando el embajador de EEUU, Chris Stevens, fue asesinado por combatientes yihadistas en Bengasi en septiembre de 2012. Estos eran los mismos combatientes alabados por los gobiernos y los medios de comunicación por el papel que jugaron en la rebelión contra Gadafi.
Desde entonces, Libia ha sido cualquier cosa menos un país pacífico o moderado. Y ahora, escribe Cockburn, “se está deslizando hacia la guerra civil, con unas milicias rivales que apoyan o se oponen al intento de golpe de estado promovido por un general renegado, todo lo cual está llevando al gobierno de Trípoli a la desintegración”.
El general renegado es Jalifa Hifter, un anti-islamista cuyas fuerzas “irrumpieron en el parlamento de Trípoli el fin de semana, después de haber atacado varios campamentos de las milicias islamistas en Bengasi”. El gobierno ha pedido ayuda a las milicias islamistas. Cockburn dice que es ahora cuando se está desatando la peor violencia desde el cambio de régimen.
Cockburn señala que Hifter, “que en la década de los ochenta luchó en las filas de Gadafi en Mali, pero acabó desertando y refugiándose en EEUU, donde ha vivido durante muchos años, retornó a Libia en 2011, pero jugó un papel limitado en la revuelta”. Su milicia, añade Cockburn, es una de las muchas que existen en Libia.
La amenaza de guerra civil no es la única consecuencia de la intervención occidental en Libia. El derrocamiento de Gadafi es una lección sobre los peligros de intervenir en los asuntos de otros países. Fue un dictador, por supuesto, y la gente tenía razones para echarlo. Pero los gobiernos extranjeros nunca podrán saber lo que sucederá después de su intervención. En este caso, el cambio de régimen produjo un flujo de armas y oportunidades para entrenar a yihadistas, lo cual, a su vez, explica la violencia que se desató en Mali y los horribles secuestros de Nigeria llevados a cabo por Boko Haram. Como ha dicho Brendan O’Neill, en Spiked Online:
Nada favoreció tanto a Boko Haram como la guerra de Occidente contra Libia en 2011. Fue esa guerra de bombardeos, ese desmantelamiento promovido por Occidente de un régimen que había mantenido unidas a Libia y sus regiones fronterizas durante más de 40 años, lo que creó nuevos espacios en África Occidental para que grupos como Boko Haram se entrenaran, consiguieran armas y, en palabras de un observador nigeriano, se volvieran más “audaces” que nunca.
La primera regla de los gobiernos debería ser “no hacer daño”. La segunda regla: asumamos que la intervención hará mucho más daño que bien.

Sheldon Richman es vicepresidente de The Future of Freedom Foundation y editor de su boletín mensual, Future of Freedom. Más información en Sheldon Richman Profile Page.
Traducción: Javier Villate

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