Arcadi
Oliveres (Barcelona, 1945) no puede reprimir la indignación cuando
habla del actual sistema político y económico, de cómo se “dilapida” el
dinero en ayudar a salvar bancos mientras se permite que miles de
familias se hundan.
Este profesor de Economía
Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y presidente de la ONG
Justicia y Pau ha participado en las jornadas sobre energía organizadas
por la Plataforma Fracking Ez, en Vitoria. Además de hablar sobre la
situación y las desigualdades energéticas Norte-Sur, Oliveres concedió
una entrevista a El Diario Norte en la que aboga por “perder el miedo y
rebelarse” contra el sistema político actual, al que considera enfermo y
caldo de cultivo para la corrupción.
Pregunta:
Parece que eliminar las disfunciones de la crisis pasa por basar la
economía en una menor rentabilidad y en un reparto más justo de la
pobreza. ¿Estos preceptos son compatibles con el capitalismo?
Respuesta:
No sé si son compatibles, pero sí sé que es absolutamente necesario
para la humanidad. Si no es compatible, será el capitalismo el que tenga
que desaparecer porque está en juego la supervivencia de la humanidad.
Si el capitalismo no permite esta supervivencia, hagámosle desaparecer y
dotémonos de un sistema que facilite la cobertura de necesidades
básicas de la ciudadanía y el sostenimiento del planeta.
P. ¿Y cuál es la alternativa al sistema capitalista?
R.
Nunca en la historia ha habido alternativas preparadas. Cuando
desapareció el feudalismo y llegó el capitalismo no avisaron que a las
doce terminaba uno y a las doce y un minuto comenzaba el otro. Se fueron
cambiando las estructuras económicas, los señores feudales fueron
perdiendo su poder, los burgueses de las ciudades lo fueron ganando.
Nació el capitalismo comercial, después otro financiero e industrial. Y
estamos en ese proceso hacia un capitalismo más humano que permita que
la gente pueda cubrir sus necesidades.
P. Con más de seis millones de parados, ¿cómo es posible que no se produzca un estallido social?
R.
Los medios de comunicación han metido el miedo a los ciudadanos y la
gente todavía tiene el temor a perder las pequeñas cosas que le quedan.
Si la historia de la humanidad hubiera funcionado así, nunca se hubiera
progresado. Si los primeros objetores de conciencia al servicio militar
no hubieran asumido la voluntad de ir tres años a la cárcel, el servicio
militar seguiría vigente en la actualidad. Si las personas de color en
Estados Unidos no se hubieran rebelado contra la discriminación racial,
los negros todavía irían de pie en los autobuses. Nuestra obligación
moral es perder el miedo y rebelarnos contra este sistema enfermo, caldo
de cultivo para la corrupción y con políticos y bancos que tanto daño
están haciendo.
P. ¿La desobediencia civil puede ser una forma de rebelión?
R. Sí, siempre que sea pacífica y no violenta.
P. ¿Está preparada la sociedad para ese movimiento?
R.
Sí. Creo que ahora las circunstancias son muy favorables para que esto
se emprenda. Se ha deteriorado tanto la situación que no hay otra
alternativa. Le voy a contar un caso que ocurrió en Barcelona hace unos
años. Cuando concluyó la guerra de Irak se formó un consorcio de 24
bancos a nivel mundial para captar fondos para su reconstrucción.
¿Curioso no? Que los que más han ayudado a destruir Irak ahora también
se quieren lucrar con su reconstrucción. La Caixa formaba parte del
consorcio y en Barcelona no gustó nada esa idea. Así que organizamos una
campaña en tres fases. En la primera, repartimos pegatinas con el lema
‘La Caixa gana dinero con la sangre de los iraquíes’. En un segundo
momento, un grupo de 80 voluntarios visitaron oficinas de la Caixa para
entrevistarse con sus directores y preguntarles por Irak. Y la tercera
fase consistió en que un grupo de 25 personas se acercaban en horas
punta a las oficinas de la Caixa y se ponían a gritar que rompían sus
cuentas con la entidad por su actitud en Irak. Al cabo de unas semanas,
nos llamaron los responsables y nos pidieron que dejáramos la campaña.
¿A cambio de qué?, les preguntamos. Unos días más tarde abandonaron el
consorcio. Siempre se puede conseguir que la sociedad secunde
iniciativas organizadas de desobediencia civil, de respuesta al poder
establecido.
P.
Usted ya ha buscado una fórmula para Cataluña, una plataforma que reúne
a ciudadanos indignados y movimientos de izquierda con el que pretende
participar en las próximas elecciones al Parlamento catalán.
R.
Yo he creído en eso, pero puedo equivocarme. Hay tanta gente que
protesta que sería positivo que se uniese. A la crítica le falta
dimensión política para tirar hacia adelante. La izquierda debería
aprender y preparar más este tipo de actuaciones, porque con la derecha
es imposible ya que solo mira la cartera. Yo no pertenezco a ningún
partido, por eso en Cataluña he planteado una fórmula de coalición
electoral: movimientos sociales, personas individuales y corrientes de
izquierda. Todos se han subsumido en una candidatura de protesta con
vistas a las elecciones en Cataluña. Ya se han adherido más de 30.000
personas y hemos empezado por reuniones en pequeños grupos locales.
Dentro de dos años celebraremos unas primarias para formalizar una
candidatura. Así, nos habremos quitado la mala conciencia de decir que
hay que cambiar las cosas y no intentarlo.
Visto Periodismo Alternativo
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