por Mario Casartelli
Sábado, 18 de Mayo de 2013 09:28
Último día en Siria. Voy a hablar de mis compañeros de ruta, por las particularidades que fue adquiriendo tal encuentro.
Desde Medio Oriente
Último día en Siria. Voy a hablar de mis compañeros
de ruta, por las particularidades que fue adquiriendo tal encuentro.
Formamos un equipo de cinco personas. El venezolano Julián Rivas, el
chileno Francisco Coloane, el argentino Santiago Foulcade y yo, el
paraguayo. Aquí, en Damasco, se nos sumó el cubano Luis Brizuela. Pero
siempre vamos acompañados por el sirio-venezolano Naim Chabouk, quien
vino con nosotros desde Caracas. Sobre él haré referencia en otra
ocasión.
En Beirut esperamos cinco días para determinar la
fecha que cruzaríamos a Siria, según el curso de los acontecimientos,
porque los enfrentamientos entre el ejército árabe sirio y los
insurgentes se intensificaban, y la sensación de peligro extremo
comenzaba a inquietarnos. A tal punto, que surgió la determinación de
que un cubano que venía con nosotros, el más joven de todos, regresara a
Venezuela, donde reside. Este se fue y entonces, de los seis que
partimos, quedamos cinco. Y se decidió que el argentino (ya experto en
estos trances) y el chileno (que ya estuvo varias veces en Siria) se
adelantaran dos días, para estudiar el terreno y darnos el Ok. Cuando
nos reencontramos en Damasco, nos presentaron a otro cubano: Luis
Brizuela (de quien ya hablé en crónica anterior) y comenzamos a
conocernos con el curso de los días.
Julián Rivas, el venezolano, de descendencia
afrolatina. Es una mole enorme de estatura y devorador no sólo de libros
sino también de platos culinarios, que son siempre abundantes en Siria.
Y él no se amilana ante ellos. Le fascina hablar sin parar sobre el
porqué de los cambios políticos en el mundo a lo largo de la historia. Y
pobre de quien esté a su lado cuando habla de Venezuela, porque puede
amanecer con el tema y seguir ad infinitum. La ama con tal intensidad,
que estoy seguro de que si Venezuela fuese una mujer, él abandonaría de
inmediato a su esposa por ella. Pero sabe tanto –tanto- de historia y de
tramas sociales, que no queda más remedio que poner oídos a lo que él
dice. Y aprender.
Sin embargo, Luis Brizuela, el cubano, calla y
escucha, aunque es master en Política Internacional. O acaso por eso
mismo sopesa con minucia cada hecho, para después emitir su opinión. Y
yo creo que su silencio no es humildad, como sostienen algunos, sino
sabiduría.
El argentino Santiago Foulcade, también raras veces
opina. Él es todo lo contrario de la imagen del “chanta” que en nuestros
países de América del Sur tenemos de los porteños. Acaso su experiencia
en estos menesteres le ha dado otros modos de ver las cosas. Es
camarógrafo y escribe. Envía sus trabajos para un diario de México,
donde reside desde hace años, y para el diario La Nación, de Argentina.
Estuvo en Iraq, en Gaza, en Jordania y también en Bengasi, durante los
tramos finales de la vida de Kadafy. "Libia perdió y Kadafy murió con
los suyos porque allí se metieron los europeos", me dice. Le pregunto
por qué los europeos. Y me responde que él que se encontraba filmando
muy cerca cuando los tanques del ejército libio acorralaron la ciudad y
estuvieron a punto de retomarla: "En ese momento hubiera vencido
definitivamente Kadafy. Pero de inmediato aparecieron los aviones de la
OTAN y en cinco minutos destrozaron todo".
El chileno Francisco Coloane, erudito analista
política internacional, vive alerta con todos los poros de su ser. Y es
un sabueso para husmear cuando algo o alguien pasa. De inmediato hace
uso de su buen conocimiento de la lengua inglesa -que aprendió viviendo
años en los EEUU- y va sonsacando datos a quien cruce en su camino. Pero
lo hace con suma cautela, porque es consciente -acaso hasta la
obsesión- del peligro que corremos en Siria. Ya hablé de ello en
crónicas anteriores. Francisco aparece cada mañana con un papel donde
trazó toda la noche mapas estratégicos de movilización militar. Él
investiga a profunidadad no solo lo que ocurre hoyen Siria, sino los
pasos que debemos y no debemos dar por nuestra propia seguridad. Este
estado psicológico nos costó diatribas entre compañeros.
Es que estar aquí, oyendo el estruendo continuo de la
artillería que, según nos informan, apunta a blancos que están a sólo
15 kilómetros de Damasco, nos pone con la susceptibilidad a flor de
piel. Pero el alivio es, como también ya dije, que los atacantes
retroceden cada vez más. Y, según fuentes no oficiales, las bajas entre
ellos se acercan a mil muertos por día.
En fin, era todo lo que hoy quise contar. Porque
realizaremos un último recorrido en Damasco, con la esperanza de llegar
sanos y salvos a Beirut, y desde allí transcribir algunas de las no
pocas entrevistas realizadas.
* Mario Casartelli. Periodista Paraguayo de Ojos para la Paz
http://www.kaosenlared.net/component/k2/item/57390-cr%C3%B3nica-en-siria.html
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